Las viviendas evolutivas de Añatuya

 

Vivienda Evolutiva: un bebé por cada pared

Vivienda Evolutiva: un bebé por cada pared

María Elena B., del barrio La Merced en Añatuya, entregó su hijo en 2005 a un matrimonio rosarino a cambio de materiales de construcción.

María Elena B. está junto al fogón que acaba de encender con su madre. La tarde cae en Añatuya y el frío se hace cada vez más áspero. Sus tres hijos juegan con unas ramas en el enorme patio de tierra. En el fondo hay un rancho de adobe y chapa muy pequeño. El barrio se llama La Merced. Es una villa que se encuentra a cinco cuadras del hospital de esta ciudad santiagueña, un territorio que dominan las “monjitas” del Arzobispado que conduce Adolfo Uriona.

La chica, de 24 años, se sorprende cuando ve a su tía –que dice llamarse Paola– atravesar el alambre de la entrada, sobre todo porque está acompañada de dos periodistas. La mujer, sesentona, le dice a su sobrina que les diga “la verdad”. “Contáles que vos no vendiste a tu hijo a esa pareja de Rosario”, insiste.

María Elena clava la mirada en la tierra y se queda temerosa, en silencio. Sus hijos no paran de jugar y de divertirse con las ramas. “Yo no sé nada”, repite. Su tía se pone cargosa y repite: “Pero contáles que vos no tenés nada que ver, que vos entregaste al chico pero que no lo vendiste”, dice a los gritos.

Ella sigue en silencio.

El caso de esta joven es uno de los veinte que forman parte de una denuncia judicial por tráfico de bebés en esa región. El 29 de octubre de 2005 al mediodía, María Elena tuvo un bebé que, según la denuncia de la Fundación Adoptar, fue sustraído del hospital de Añatuya por Olga Barros, una rosarina que integraría una de las bandas vinculadas a la apropiación ilegal de chicos.

Paola, la tía de María Elena, contó que “el matrimonio que tiene el hijo de mi sobrina es de Rosario”, y que a cambio del niño “esta gente le dio chapas, ropa y la ayudó mucho con su casa”. Advirtió además que María Elena y los padres adoptivos “están en contacto”, y que hace poco le enviaron una foto del niño, que desde hace cuatro años vive en Rosario.

“No es que se venden los chicos, sino que las madres los dan porque no los pueden mantener”, explicó la tía. “Es mentira lo que sale en los noticieros sobre el tráfico de bebés. Yo soy muy creyente”, dijo, y se besó la medallita que colgaba de su cuello. “Acá, gracias a las monjas tenemos nuestras casas. Además, antes de que llegaran ellas, los bebés no queridos se enterraban”, soltó.

La mujer habló desde la puerta de su casa, cedida por “las monjitas” hace varios años. Comentó otros casos, como el de una vecina, que entregó su bebé a una tal Mimi, porque ella “se encarga de ubicarlos”. Ese mismo apodo figura en otra de las situaciones denunciadas por Adoptar, el de Rosa Cristina P.. Paola lo contó con naturalidad, como un chisme más del barrio. Es algo normal para ella y para buena parte de las mujeres de La Merced. “Es mejor darlo a alguien que lo puede criar bien”, razonó.

Rosarinos en Añatuya. Los relatos de María Elena, en Añatuya, y de Liz Benítez, en Pinto, llevan a Rosario. Pero no sólo ellos señalan a la ciudad en la otra punta del movimiento de bebés. “Este año vino a verme un matrimonio de allá y me pidió un chico”, contó el obispo de Añatuya, Adolfo Uriona. “Les pregunté por qué venían a mí y les dije que, en todo caso, pregunten en el juzgado. El mes pasado hubo otro caso, pero fueron directamente al hospital y allí avisaron a las autoridades”.

Monseñor Uriona, que hace cinco años está al frente del Arzobispado y reemplazó a Antonio Baseotto –el célebre obispo castrense que propuso tirar al mar al ministro de Salud Ginés González García–, no descartó la existencia de bandas que se encarguen de vender recién nacidos, pero rechazó que la Iglesia tenga alguna relación con esas organizaciones. Por el contrario, dijo, “las hermanas se encargan de asistir a las madres que no pueden mantener a sus chicos”.

Palabra de Dios. Según la visión del clérigo, oriundo de Mar del Plata, las mujeres de Añatuya buscan ser madres como forma de supervivencia. “Algunas quieren llegar hasta los siete porque a partir de ese número reciben un subsidio del Estado. Si no, no tienen nada. Acá la pobreza y la indigencia es desesperante”, dijo.

Nadie habla allí de educación sexual ni políticas de control de la natalidad.

“Esa ausencia de recursos, esa ignorancia, puede ser aprovechada por algunas bandas”, reconoció Urione. Pero la denuncia que presentó a la Justicia la Fundación Adoptar, una ONG de Tucumán, involucró directamente al Arzobispado. Acusaron a la hermana de Baseotto de quedarse con una hija de María Roberta Gerez hace 20 años, y también al chofer oficial de apellido Jara, que reconoció que su hija María Ángela Isabel, fue adoptada de forma irregular.

Uriona descalificó las acusaciones y recordó que el juez del Crimen de Añatuya, Álvaro Mansilla, cerró la causa por falta de pruebas en febrero de este año. Julio Ruiz, presidente de la ONG denunciante, aseguró que el magistrado “no citó a declarar a nadie” y que la entidad apeló la medida.

Pobreza y natalidad, según el obispo

El obispo Adolfo Uriona es la máxima autoridad de la Iglesia Católica en el departamento de Añatuya, donde están desperdigadas 23 parroquias que albergan a 32 curas y 120 monjas. Uriona señaló preocupado que durante los últimos tiempos “han llegado muchas sectas pentecostales” a Añatuya, que empezaron a diezmar la influencia del Arzobispado, donde estuvo durante 25 años –primero como cura y después como obispo– Antonio Baseotto, quien marcó a fuego a la diócesis de esa parte de Santiago del Estero.

Uriona aseguró que “la mujer que tiene un hijo en esta provincia lo considera un bien. Por medio del chico puede obtener un subsidio. Es una cultura muy diferente a la que impera en otros lados. Hay que vivir aquí para entenderlo”.

ACLARACIONES DE LA FUNDACIÓN ADOPTAR

1) El Barrio la Merced, está enclavado en pleno centro de Añatuya. Consta aproximadamente de 450 viviendas, hechas en su totalidad con el sistema al que llamamos viviendas evolutivas: “cada pared por un bebé” En la fotografía se puede observar una vivienda en construcción, que está fabricada de esta manera.

2) El Obispo Uriona, muy discutido en la zona, con una acusación rara sobre un delito de abuso que una mujer le imputa, reconoce que hay trata de bebés, pero al referirse a ello lo menciona como natural en la zona. Llama la atención, que siendo Arzobispo no sepa que esta modalidad que ocurre y que él tan perfectamente detalla en su reportaje, se llama tráfico humano y está penalizado por todos los países civilizados.

3) Absolutamente todos los señalados por la Fundación Adoptar como traficantes, con testimonios y pruebas jurídicas fueron sobreseídos por el Juez Alvaro Mansilla, sin siquiera haber sido llamadas a declarar. A partir de nuestra apelación, la Cámara (superior de este juez) volvió el expediente para que realice las investigaciones que nunca realizó, pero, lamentablemente, en el camino y antes de llegar a este juzgado, las actuaciones se perdieron y nadie sabe dónde están.

4) Principalmente las monjas del arzobispado son las que realizan los pedidos de aportes económicos para las construcciones parciales que se van realizando, por ello, esta tía de la nota expresa textualmente: “Acá, gracias a las monjas tenemos nuestras casas. Además, antes de que llegaran ellas, los bebés no queridos se enterraban”

Escribió Julio César Ruiz

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