Historia del presidente

Dedicatoria

Este sitio desea volcar las experiencias de una pequeña historia de amor. Quiere ser un instrumento para colaborar en situaciones difíciles por las que algunas personas, ofuscadas por el temor, por la desconfianza o el descreimiento en el amor, reaccionan desesperadas, sin saber, sin entender, qué les está ocurriendo.

Lo dedico especialmente:

  • A mis padres adoptivos.
  • A mis padres biológicos.
  • A los padres.
  • A los padres que alguna vez tuvieron dudas en reconocer un niño.
  • A los padres que reconocieron un niño.
  • A los padres que reconocieron a su hijo.
  • A los padres que a pesar de sus dudas reconocieron a su hijo.
  • A los padres que sin obligación, los reconocieron.
  • A los padres que alguna vez se negaron a reconocerlo y no cambiaron de opinión.
  • A los hombres y mujeres especiales que reconocieron niños especiales.
  • Al padre que, habiéndolo reconocido, lo haya dudado luego.
  • A los hijos adoptados.
  • A los hijos biológicos.
  • A los hijos abandonados.
  • A los hijos sustraídos.
  • A los hijos de padres desaparecidos.
  • A los padres desaparecidos.
  • A los hijos engañados.
  • A los especuladores.
  • A los egoístas.
  • A los hipócritas.
  • A los que conservan en secreto relaciones fraudulentas.
  • A los que juegan con el cariño de los niños.
  • A los que se creen con derecho sobre la vida de las personas.
  • A los funcionarios judiciales que en los procesos de adopción, por estar inmersos en la burocracia, no comprenden que el abandono es violencia y que los tiempos de los bebés no se miden con el mismo reloj que el de los adultos.
  • A los que hasta el ingreso a este sitio interpretaban que tenían el deber de soportar esta gran pena; la de no conocer su origen biológico.

Mi historia personal

Mi historia personal puede servir más contándola que callándola. Son dos hojas, las que Ud. está por leer. No es tanto, si Ud. desea adoptar, sea adoptado, apropiado, o tenga algún pariente o amigo que pueda necesitarnos.

El 12 de noviembre de 1974 debí realizarme una cirugía de garganta. Luego de ella, extrañamente dormí por 48 horas. Al despertar, una idea fija dominaba cualquier otro pensamiento y angustiaba inexplicablemente mi cerebro, quién sin cesar, emitía órdenes a mis labios, para repetir incesantemente: “mi madre no es mi madre”.

Gradualmente, uniendo hechos, confirmé lo que sorpresivamente se había transformado, con mi despertar de la anestesia, en una obsesión. Así descubrí que soy apropiado. Tenía 24 años y una hija de casi cuatro.

Luego de una conversación con mi madre, le pregunté quienes eran mis padres biológicos. Sin mirarme a los ojos me respondió: “no lo sabrás nunca, el secreto me lo llevaré a la tumba”.

Dos años de tristeza sobrevinieron. Corté mis relaciones con toda mi familia adoptiva. No sabía quién era yo. Había perdido mi identidad, de repente. Ya no era el que había sido hasta ayer. Una extraña confusión. Tampoco sabía quiénes eran los otros. Las personas que me rodeaban.

A pesar de que mi papá era hijo natural, nunca me animé a tratar el tema con él. Era viejo, para ese entonces ya había tenido dos ataques al corazón y un derrame cerebral. Temía que la pregunta lo matara y me dejara sin su presencia que tanto amaba. Jamás cruzamos una palabra sobre mi adopción. Así murió, en silencio…él, sin haberlo dicho, también hizo lo mismo: se llevó mi secreto a la tumba.

Fue inmensa y despiadada la noticia. Toda la vida había creído que mis padres, Georgina y Luis, que me criaron, me formaron, me dieron todo lo que pudieron, eran los que me habían parido. Ahora ya no. Cada cara por la calle podría ser la de mi padre. La de cada mujer, mi madre. Finalmente…quién era mi madre, quién mi padre.

Un estímulo casi mágico me llevó a la búsqueda de mis orígenes. Incesante, metódica, sin pausa, lenta… durante 25 años.

La lucha fue tan inmensa como mi esperanza. Inicié el rastreo sin ningún dato. Busqué por ocho provincias argentinas. La desilusión de cada puerta que golpeaba era tan desesperante como la angustia por querer seguir averiguando de dónde venía, quiénes eran mis padres, por qué no pudieron estar a mi lado, por qué me abandonaron.

Finalmente, el 13 de Noviembre de 1998 (25 años después de aquella cirugía) encontré a mi padre biológico. El examen de ADN sirvió para corroborar que todos los indicios que conseguí eran ciertos. Me encontré, a los 47 años, con cuatro medios-hermanos y una historia diferente, desconocida a pesar de ser mía… inexplicable.

Investigando sobre la vida de mi padre biológico, sus fotografías, sus amigos, sus compañeros, sus trabajos, pude saber que falleció cuando yo tenía 3 años. Fui revisando paso a paso su vida, desde el presente hacia el pasado. En un juego de indicios sin fin, pero coherentes entre ellos, descubrí, en el año 1999, el nombre de quien en vida había sido mi madre biológica. Mi padre biológico era casado. Tenía 2 ó 3 hijas y un hijo además de su esposa embarazada. Mi madre: su amante… también esperaba un bebé.

Se puede ser feliz

A pesar de descubrir un día que se es hijo adoptivo, se puede ser feliz. Siempre hay cosas para agradecer. Ser apropiado o adoptado, no es un impedimento para vivir mejor. Por el contrario, puede ser la posibilidad de reconstruir una hermosa historia personal capaz de reflejar destellos de esperanzas por doquier y de esa manera, recibir abrazos, abrazos, agradecimientos, que reconozcan ese reconocimiento que nos faltó.

Tan sólo una idea para lograrlo

Debemos agradecer todos los días a nuestros padres biológicos porque respetaron nuestras vidas.

A aquella mujer, que a pesar de su deformidad estética, de la hinchazón de sus pies, de la acidez, de las várices, de los problemas circulatorios, y quizá de los riesgos de muerte, nos contuvo durante nueve meses.

A nadie podemos juzgar, no fuimos partícipes de esos tiempos. Cada ser humano, en cada momento, determina y realiza la mejor acción que cree se adapta correctamente a la situación que en ese instante le toca vivir. Todos nosotros, usamos nuestra libertad para hacer todos los días lo mismo…a cada instante.

Qué bueno poder decir en voz alta y mirándonos al espejo…Gracias, muchas gracias, mamá biológica, que a pesar de saber que yo no iba a ser para vos, me respetaste la vida.

Si no hubiera sido por ella, en estos momentos no estaría escribiendo estas memorias. No podría haber sido feliz. No me habría podido realizar como persona. No habría tenido mis siete hijos a quienes amo con toda mi alma. No hubiera encontrado el amor de mi vida a los 40 años.

Mi historia sólo hubiera sido silencio, oscuridad, muerte. Ni siquiera un recuerdo.

Sólo un pequeño hecho delictivo lamentable, oculto… para olvidar.

A mis padres adoptivos todo, todo, todo el agradecimiento y el reconocimiento por ser lo que soy. Me abrieron la puerta de su casa, me dieron un nombre y un apellido, me regalaron su patrimonio, su cultura… me enseñaron a hablar en su idioma, a respetar a los otros, a ser solidario, a sumar, a leer, a amar.

Fueron quienes me besaron y me abrazaron, quienes me cuidaron en mis fiebres y me estimularon y apoyaron en mis éxitos. Con su ejemplo me enseñaron quién es Dios y dónde vive. Fueron mis modelos. Son mis padres.

No tuve la posibilidad de decirles todo esto mirándolos a los ojos. Eran viejos de cuerpo. Y yo, en ese entonces, no tenía la dimensión de lo que la vida nos da en cada instante y el agradecimiento perpetuo que debemos.

Por todo esto, y por mucho más, vaya, en esta idea, en este proyecto y en la concreción de cada acción positiva de esta Fundación, mi más profundo agradecimiento cotidiano para mis padres… para los cuatro.

En cada niño que logremos colocar en un hogar, y defendamos sus derechos y que tenga el privilegio que tuve yo, estará la respuesta de amor más grande hacia mis padres de crianza, pero también a los otros, a mis biológicos, que quizá sin pensarlo me enseñaron a respetar la vida, eligiéndome, no por casualidad para que siga viviendo.

Agradecimientos

Un profundo reconocimiento a mis siete hijos por inspirarme.

A mi esposa, por sus ideas, comprensión, respaldo y abrazos en todas y en cada una de las contingencias que me tocó vivir.

A todos los que están a mi lado comprendiendo lo que es este esfuerzo por mejorar la calidad de vida de los niños, niñas y adolescentes.

A todos los que siempre, de una forma u otra hacen sus aportes, y nos brindan su esperanza.

A Ud. que prefirió gastar su tiempo entrando en nuestra página para conocernos, sea de donde fuere, queremos que sepa que existimos, que vamos a luchar buscando una vida mejor para los niños.

Muchas gracias

Julio César Ruiz

Presidente Fundación Adoptar

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