Más de 270 días sin reconocer

 

Siempre, casi todos los días me pregunto que quedó en mí de aquella gran aventura que viví por más de 270 días dentro de aquella mujer.

Dentro de alguien que sin conocerme, compartió conmigo su sangre, su respiración, su paciencia y su comida. Dentro de alguien que desde siempre estuvo preparada para que nada me faltara. De alguien que me prodigó una calidez especial, abrazadora que nadie interrumpió como tampoco el bostezo, el chuparme el dedo o las patadas que tan sólo con ella compartía.

Rastros de aquellos más de 270 días dentro de aquella mujer deben estar en alguna parte de mí, era mi lugar, mi domicilio, el único espacio donde yo era perfecto…es imposible que tanta aventura, tanto placer y un tiempo largo, como el que demora hacerse un hombre hayan desaparecido de mí.

Al día siguiente, como todos, sin decir nada, sin agradecer, sin reparar ni un segundo en aquel milagro humano del que fui parte, me dí vueltas, me fui y nunca ni siquiera miré hacia atrás.

Nunca pensé que luego de más de medio siglo iban a sobrevenirme ganas de volver sobre aquello para agradecer los más de 270 días que viví dentro de aquella mujer.

Quizá aquella marca indeleble que tengo pintada en algún lugar me permitió encontrarla, luego de 25 años de buscarla sin saber quién era, tan sólo con el indicio de aquella frase inicial que encubría un secreto familiar: “no lo sabrás nunca, el secreto me lo llevaré a la tumba”

Si todo esto que escribo no existiera y tan sólo fuera una fantasía, los invito a creerlo, aunque sea por un instante al ver la reacción de un bebé recién nacido que fue adoptado por una familia luego que su mamá falleciera en el momento del parto. Observen cómo el bebé descubre cuál es el latido del corazón de su mamá y cómo le genera paz, delicadeza y amor.

Si luego de ver esto usted se siente conmovido o con ganas de llorar, quizá sea que compartimos esta idea de que algo debe haber quedado dentro nuestro después de más de 270 días de vivir dentro de aquella mujer.

Si por el contrario no lo percibe y tan sólo le parece una publicidad propiciando la donación de órganos, no importa, con esta idea usted se acercó a pensar que en algún lugar de su ser debe estar escondido algo de aquello de lo que nos separamos, sin agradecer y que a pesar de semejante maravilla, aún no reconoció.

Escribió Julio César Ruiz




 

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