El hombre invisible y el pato azul

“Todos Somos Prostituyentes”
Cuando hablamos, por ejemplo, sobre el Tráfico de Bebés, siempre surgen acusaciones sobre la mujer: tales como por qué entregan sus hijos, qué inhumanas que son. Siempre serán ellas las que sufren detenciones por estas causas. Son llamadas a declarar, deben ellas digerir la vergüenza social, o el dolor de haberlo tenido que hacer.
Nunca vimos que algún hombre haya sido molestado, ni siquiera por la responsabilidad que la Naturaleza le dio sobre eso que se dice que para el engendramiento se precisan dos.
Cuando concluye un programa de televisión sobre las “niñas-madres”, quedamos con la sensación que todas fueron inseminadas artificialmente, jamás ni siquiera nombran, a los que tuvieron aunque sea por segundos… algo que ver.
Pero, la Invisibilidad de los hombres, no sólo la observamos en la prostitución, sino en todos los aspectos que lo relacionan, especialmente con sobresaltos, en donde tuviera que hacerse cargo, por algo, que en algún momento, le pasó por la bragueta.
Por tener 7 hijos, al concurrir a las reuniones de sus escuelas, en general, siempre vi a mi alrededor madres y casi siempre las mismas, quizá por eso que los hombres están haciendo cosas de hombres. Llegué a sonrojarme y con vergüenza sobreviví estoicamente a las cargadas de mis pares.
Cuando dijeron que los argentinos debíamos un promedio de 397,47 dólares por persona de la deuda externa, me sobresalté, y luego de sacar la cuenta de mi consuetudinario, sistemático y vil salario, concluí que esos dichos, eran falsas acusaciones.
De recién nacido, llegué a este mundo con un pecado que unos hombres con vestidos largos llamaban “original”, juro que aparecí sorpresivamente, por una fuerza irresistible, desde un lugar tan oscuro, húmedo y turbio, donde hubiese sido imposible pecar.
Viviendo en un país como la Argentina, siempre debí no sólo la factura de la luz, sino 40 minutos de mi vida en la cola para pagarla.
Desde siempre me culparon y me cargaron de responsabilidades religiosas, sociales, económicas y morales en las que nada tuve que ver.
Quizá por ello fue que aprendí a no rotular, a no generalizar, a no pensar que todos somos iguales, circunstancia ésta, que muy probablemente hizo perder la virtud o capacidad de aceptar al diferente.
Por ello y por mucho más, en orden a esta nueva acusación que expresa: “Todos Somos Prostituyentes” vengo a dejar aclarado, que yo, Julio César Ruiz, argentino, de 58 años de edad, nacido el 05.01.1951, con domicilio en la provincia de Tucumán, República Argentina, DNI 8.518.471, nunca prostituí, amenacé, violenté ni exploté a nadie.
Con certeza puedo decir, que todo lo que digo, es lo que me estimuló a enseñarles a mis hijos que no todos los patos son blancos, por temor a que por algún cielo, quizá por casualidad, se cruce ante sus ojos…uno azul.

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A propósito de una Editorial escrita por Lourdes Landeira de un diario de Corrientes que tituló: “Todos Somos Prostituyentes”

Cuando hablamos, por ejemplo, sobre la trata de bebés, siempre surgen acusaciones sobre la mujer: tales como por qué entregan sus hijos, qué inhumanas que son. Siempre serán ellas las que sufren detenciones por estas causas. Son llamadas a declarar, deben ellas digerir la vergüenza social o el dolor de haberlo tenido que hacer.

Nunca vimos que algún hombre haya sido molestado, ni siquiera por la responsabilidad que la Naturaleza le dio sobre eso que se dice que para engendrar se precisan dos.

Cuando concluye un programa de televisión sobre las “niñas-madres”, quedamos con la sensación que todas fueron inseminadas artificialmente, jamás ni siquiera nombran, a los que tuvieron aunque sea por segundos… algo que ver en el asunto.

Por tener 7 hijos, al concurrir a las reuniones de sus escuelas, en general, siempre vi a mi alrededor madres y casi siempre las mismas, quizá por eso que “los hombres están haciendo cosas de hombres”. En muchos de estos acontecimientos, llegué a sonrojarme y con vergüenza sobreviví estoicamente a las cargadas de mis pares.

Cuando dijeron que los argentinos debíamos un promedio de 397,47 dólares por persona de la deuda externa, me sobresalté, y luego de sacar la cuenta de mi consuetudinario, sistemático y vil salario, concluí que esos dichos, eran falsas acusaciones contra mi persona al menos.

De recién nacido, llegué a este mundo con un pecado que unos hombres con vestidos largos llamaban “original”, juro que aparecí sorpresivamente, por una fuerza irresistible, desde un lugar tan oscuro, húmedo, donde estoy seguro, hubiese sido imposible pecar de cualquier manera.

Viviendo en un país como la Argentina, siempre debí no sólo la factura de la luz, sino 40 minutos de mi vida en la cola para pagarla.

Desde siempre me culparon y me cargaron de responsabilidades religiosas, sociales, económicas y morales en las que nada tuve que ver.

Quizá por ello fue que aprendí a no rotular, a no generalizar, a no pensar que todos somos iguales, circunstancia ésta, que muy probablemente nos hizo perder la virtud o capacidad de aceptar al diferente.

Por ello y por mucho más, en orden a esta nueva acusación que expresa: “Todos Somos Prostituyentes” vengo a dejar aclarado, que yo, Julio César Ruiz, argentino, de 60 años de edad, nacido el 05.01.1951, DNI 8.518.471, nunca prostituí, amenacé, acosé, violenté ni exploté a nadie.

Con certeza puedo decir, que todo lo que digo, es lo que me estimuló a enseñarles a mis hijos que no todos los patos son blancos, por temor a que por algún cielo, quizá por casualidad, se cruce ante sus ojos…uno azul.

Escribió Julio César Ruiz

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