Cuando más conozco a los humanos…más quiero a los diferentes
La cultura, la religión católica, los gobiernos militares, los gobiernos autodenominados democráticos, la violencia del silencio, las espaldas del desinterés, la pobreza, los prejuicios, las creencias, las insatisfacciones, los miedos, los éxitos, los fracasos, el altanerismo, la prepotencia, la venganza, todos éstos, elementos propios de lo que comúnmente denominamos cultura, nos han quitado los afectos humanitarios y nos han transformado en islas formadas por montones de seres iguales, capaces de permanecer impasibles, ante el dolor, la necesidad y juzgando la diferencia de los demás.
Siéntense todos en círculo, les voy a contar algo que ocurrió, en un lugar muy lejano, llamado Mundo.
Había una vez, una tigresa, obviamente diferente a todos los habitantes de ese lugar, que tuvo 3 cachorros, los que por diversas cuestiones fallecieron al nacer. Los veterinarios, en el intento por salvar que la mamá no se muera de pena, llamaron a todos los zoológicos preguntando si había cachorros para suplir tamaña ausencia. En todos los casos, la respuesta fue, no.
La desazón que envolvía a los profesionales, era la muy probable crisis de depresión en la que podría caer esta mamá, ante la pérdida de sus tres hijos.
Con el mejor de los cinco sentidos…el común, y sin los prejuicios que divide a los humanos iguales con los diferentes, pusieron a consideración de la tigresa, esta única posibilidad que se les ocurrió. Observen la respuesta de esta mamá… por supuesto, profundamente diferente
Ahora, saquemos juntos, alguna moraleja de este cuento que escuchamos. Para ello, utilicemos una pregunta:
¿Porqué en ese Mundo, muchos perfectos y sin vergüenzas, se niegan a vivir en el mismo lugar que los que ellos rotulan diferentes?
…y colorín colorado este cuento ha terminado…, con todos los iguales de aquel lugar.
Escribió Julio César Ruiz